viernes, 16 de agosto de 2013

Infancia y educación emocional: leyendas, cuentos y televisión


Por: Elena Mayorga

Desde que tenía poco más de dos años, casi todas las semanas, mi hija Adriana y yo, reservamos una mañana o una tarde para ir de paseo a la biblioteca más cercana a nuestro barrio (puesto que, en el nuestro, y a pesar de que vivimos más de 10.000 habitantes, no hay). Cada una de estas visitas es un acontecimiento especial para nosotras, así que, para disfrutarlo al máximo, lo preparamos con mucha ilusión y cariño. Lavamos fruta, llenamos una botellita de agua, cogemos la bici de Adriana y nos vamos hacia la aventura. Nunca sabemos que historias encontraremos entre los libros de la “biblio” (como dice Adriana) y esto nos llena de curiosidad y emoción.

Debido a que vivimos en una sociedad en la que cada vez las familias son más reducidas y en la que, por lo menos en las grandes ciudades, estamos muy aislados y solos, el papel de los libros como transmisión de emociones, arquetipos y símbolos culturales es fundamental para los niños. Antiguamente, los ancianos tenían ese cometido y con los cuentos y leyendas de sus narraciones orales, transmitían a las siguientes generaciones ese saber consciente e inconsciente cargado de enseñanzas y herramientas para enfrentarse a la vida. Enseñanzas, que también eran difundidas de forma más visual e impactante a la hora de las fiestas, celebraciones y rituales: nacimientos, muerte, bailes, máscaras, representaciones cosmogónicas, etc.

Por supuesto, no todos los mensajes transmitidos eran y son inocentes y/o desinteresados. Debido a este sesgo ideológico, es muy importante acompañar a nuestros hijos pequeños en sus lecturas (o cuando ven la televisión), para detectar las “enseñanzas ocultas” cuyo objetivo es someter y/o adoctrinar a los niños. Nosotros debemos, como padres, ayudar a que nuestros hijos desarrollen la capacidad de cuestionar toda la información que reciben para que con el tiempo, aprehendan todo aquello que les pueda servir y rechacen aquellas doctrinas que mermen su libertad de elección.

Por otro lado, un hecho muy preocupante es que, en muchos hogares, un medio tan hipnótico y con tanta capacidad de manipulación como la televisión, se haya erigido en el sustituto natural de la tradición oral de emociones, arquetipos y símbolos humanos. Estoy convencida de que esta es una de las razones de la adicción de los niños a la tele, puesto que para crecer, desarrollarse y aprender a comprender el mundo de forma consciente e inconsciente, los niños necesitan oír y ver las experiencias de otras personas o personajes ficticios y/o simbólicos. Al ser la televisión un medio visual, el impacto de esas historias es mayor: al tiempo que reciben la información, están viendo y viviendo las historias de esas personas o personajes.

El problema se presenta cuando estas enseñanzas, debido a la falta de urdimbre a nuestro alrededor, les llegan a los niños en exclusiva a través de la televisión y sin que a su lado esté un adulto para evitar el enorme impacto que pueda tener en su psique las imágenes que están viendo y la información que las acompaña.

Que conste que no deseo demonizar la televisión, creo que también cumple su papel. En una sociedad tan tecnificada e icónica como la nuestra, los niños también tienen que aprehender este lenguaje visual actual, diferente al de nuestros antepasados. Lo queramos o no, su futuro estará lleno de pantallas. Para desenvolverse con soltura en ese mundo del mañana, su mundo, resulta muy importante que desde pequeños asimilen las bases de esta cultura tecnológica y visual.

Pero, la televisión no puede ser consumida de forma masiva e indiscriminada. Debemos evitarle a nuestros hijos, sobre todo cuando son muy pequeños e influenciables, dibujos violentos, anuncios publicitarios, programas de telerrealidad y todas aquellas emisiones que, por estar mostrándoles una visión manipulada y sesgada de la realidad, pueden resultar perniciosas para su desarrollo (como las series de niños supercompetitivos, triunfadores y guapísimos que más que niños parecen adultos en miniatura).

No es malo que los niños vean un poco de televisión al día, de hecho mi hija lo hace porque dice que le divierte, pero tenemos que acompañar a nuestros hijos cuando la vean y servirles de sostén y guía emocional cuando no comprendan algo de lo que están viendo o cuando nosotros detectemos algo que les ha alterado. También es muy importante que les expliquemos que la mayoría de las cosas que ven en la tele son falsas y que la vida real no es así. A medida que vayan creciendo y madurando, ellos mismos aprenderán a discernir lo que es real de lo que no, la información que les convence y conviene y la que no.

Un método muy interesante para evitar que nuestros hijos vean tanta televisión es el de proponerles actividades alternativas, entre ellas, podemos contarles nosotros mismos cuentos y leyendas que conozcamos, leer con ellos los libros que hayamos sacado en la biblioteca, ir a pasear por el entorno natural más cercano, hacer con ellos manualidades, cocinar, montar un teatrillo (cuando son más mayores), escribir nosotros con ellos un cuento (ellos pueden inventar la historia, ilustrarla), etc.

Fomentar, desde su etapa uterina, el amor por los cuentos, las leyendas y las historias es un bien que todos podemos hacer por nuestros hijos. Además, los cuentos no sólo son una importantísima fuente de transmisión de emociones, arquetipos y símbolos, sino que, por otra parte, a los niños pequeños los cuentos (aún más si cabe, los que ellos se inventan, o los que piden que les contemos) les sirven como vía de asimilación, reelaboración o comprensión de sus propias vivencias.

Tampoco es desdeñable el efecto tan positivo para el vínculo que tienen esos cuentos: el compartir afición, la voz de los padres, el tono, la proximidad física, les acerca a nosotros, y también les ayuda a captar el significado de las emociones y de los sentimientos de los demás. Además, el entrar en contacto con una gran cantidad de mundos, vivencias e historias diversas (ayudados en muchas ocasiones por la emoción de la narración o el encanto de las ilustraciones) hace que nuestros hijos tengan mayor flexibilidad mental, más imaginación y más creatividad. Seguro que más de una madre o un padre que esté leyendo este artículo está pensando en las historias fascinantes que cuenta o dibujan sus hijos. Me encantaría poder oírlas todas, los cuentos de los niños son tan auténticos, tan sencillos y significativos, podemos aprender mucho a través de ellos.

Por otra parte, el ir a la biblioteca y pedir los libros prestados también tiene varios significados muy positivos: reutilizar los recursos, aprender que podemos compartir, conocer a otros niños con intereses parecidos y sobretodo, compartir la inmensa emoción que supone sumergirse en una nueva historia ¿de qué tratará? ¿qué pasará? ¿me divertirá? ¿lloraré? ¿me gustará?

La magia de los cuentos es infinita, compartidla siempre que podáis con vuestros hijos y dejad que ellos la compartan con vosotros.

Texto: Elena Mayorga


Fuente: http://www.mentelibre.es

No hay comentarios.:

Publicar un comentario